Porque ahí reside, en buena parte, la calidad de la relación y de la educación que les ofreces. Cada vez que te comunicas con tus hijos pasa lo siguiente:

  • Estableces una relación con ellos.
  • Les das un modelo del mundo.
  • Les das un modelo de cómo relacionarse con el mundo.
  • Los conoces.

Vamos a centrarnos en este último punto. ¿Conocemos realmente a los niños?

Pues creemos que los conocemos, pero no siempre es así. En muchas ocasiones no nos relacionamos con ellos en base a lo que son, sino en base a lo que creemos que son o lo que deberían ser. En muchas ocasiones, confundimos educar con adoctrinar. Eso corta directamente la comunicación, la confianza y la complicidad, porque no estamos creando una relación bidireccional, sino que estamos creando una sucesión de monólogos encadenados donde lanzamos mensajes, usualmente, de lo que está bien o está mal, o de nuestra propia visión del mundo. Les describimos cómo deberían ser. Creemos que esa es la mejor manera de trasladarles nuestros valores, de educarlos… pero esto no funciona así. Los valores no se trasladan con sermones.

Con el adoctrinamiento, nos estamos perdiendo una buena parte de lo que son o podrían ser los niños, y no nos estamos dando cuenta. La base de una buena comunicación no es lo bien que hables, sino tu capacidad de escucha. La escucha es la herramienta más potente que puedas tener para educar. Te permite conocer al otro, saber realmente qué está sucediendo más allá de tus suposiciones…y hace que el otro quiera escucharte.

Y no, no creas que ya estás escuchando, porque el 99% de las personas no sabemos escuchar. Obsérvate con honestidad y humildad. Escuchar es un arte. Practica la escucha: Aquí tienes más información. Requiere presencia, aceptación y empatía. Eso sí, los resultados son espectaculares.

Isabel Vila y Celia Martín

            Expertas en comunicación aplicada a la educación

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